Para seguir dando un poco de orden cronológico a las entradas de mis vivencias en la capital de los Soviets, paso ahora a remembrar las tardes que pasé al lado de mi padre preparándome para continuar mis estudios en el colegio. Verán, yo acababa de terminar el sexto grado de educación primaria en el Perú, en el colegio 80011 "Enrique de Guimaraes", y supuestamente debería continuar con mis estudios secundarios en el glorioso colegio "San Juan" (esos era mis ridículos anhelos en aquél entonces). Pero derrepente todo se trastocaba y ahora me encontraba en la capital soviética, con el desafío de continuar mi labor de colegial en otro país, en un idioma totalmente extraño, y con el mejor programa educativo del planeta. Como podrán inferir, el programa educativo de la Unión Soviética estaba a años luz de distancia del mediocre y zarrapastroso programa educativo del Perú. Eso también se demostró en mi caso, cuando dí un pre examen de admisión para una escuela regular moscovita, y el severo dictamen fue que debería retroceder, al menos, al cuarto grado de primaria.
Los evaluadores no habían actuado movidos por un afán despectivo o discrimminatorio. Cuando terminé el sexto grado en el "Guimaraes", mi mayor habilidad matemática era el sumar quebrados, es decir resolver esto:
En el "Guimaraes" equivalía a ser un Heisemberg, pero en la URSS, luego de terminar el sexto grado, uno tendría que estar en condiciones de resolver esto.
Así que grandes dificultades se extendían frente a mí. Mi padre, luego de una larga conversación con el evaluador, acordó que yo solo debía repetir el sexto grado, pero con el compromiso de llenar los vacíos matemáticos de mi formación. El principal, enteder los números irracionales, como un conjunto complementario al de los números racionales, y de esta complementariedad, entender el conjunto de los números reales, y el Plano Cartesiano. Habilidades que cualquier finalista del quinto grade de primaria debería enteder, para poder comenzar a estudiar Álgebra y Funciones en el año siguiente.
Vinieron entonces interminables tardes al lado de mi padre, descubriendo nuevos conceptos e hilvanando razonamientos sobre esa gran y maravilloso mundo de las matemáticas. Los números tomaron un sentindo esclarecedor y sobre todo, integrador de muchos de mis conocimientos. Esas tardes siempre las guardo como un bello recuerdo, no solo por lo aprendido, si no por que allí formé con mi padre un vínculo sólido y férreo. Aprendí lo mucho que cuesta el estudiar algo, y como no se deben escatimar esfuerzos para que la idea aparezca clara y nítida en la mente.
Debo llegar a la inevitable conclusión que fue un error el haber seguido la carrera médica, por que me siento mucho más a gusto frente a una pizarra llena de fórmulas, que frente a un paciente. Algunos de mis compañeros de la promoción XXXIII podrán recordar como fui capaz de resolver un complejo ejercicio de derivadas luego de nuestra primera bacanal, en el departamento de Larco. No discutiré la nobleza de una profesión frente a la otra, porque frente a pizarras llenas de fórmulas, se han trazado las rutas del progreso humano. Tampoco quiero decir que aliviar el sufrimiento de una persona sea una acción excelsa y celestial. Son dos oficios llenos de desafíos y satisfacciones, en mi caso, me satisface más dedicarme a una ciencia que no tenga que depender de las debilidades del carácter humano, incluídas las mías.
Los números y variables se ven hermosos en la pizarra, trazando las rutas del pensamiento lógico y ordenado. Ahora he llegado a entender lo que Paul Dirac calificaba como "belleza" en la matemática. Pero la hermosura más grande de estos signos lógicos, es que están allí, totalmente indiferentes de nuestras mezquindades, bajas pasiones, ingratitud, soberbia o conmiseración.
5 comentarios:
Pero el cine también tiene que ver con las debilidades -y fortalezas- del ser humano, y las mezquindades y bajas pasiones e ingratitudes ¿no te parece, Tony?
Un fraternal abrazo.
Entiendo, amigo Tony, tus preferencias de aferrarte a las ciencias de la razón frente a la cotidianidad de la sinrazón. Porque desgasta más el trato humano con simples mortales que la resolución de la fórmula más compleja. Nos queda, como consuelo, ver la cara de las satisfacciones y olvidarnos de la insatisfactoria cruz.
Un abrazo, para nada matemático.
Un abrazo, para nada matemático.
Claro que me parece que el cine rebosa de mezquindades, amigo, pero es el cine la puerta de salida para mi carrera, por la mayor ventaja que posee el cine con la medicina. Dicha ventaja la enunció el gran maestro Robles Godoy en diálogo con el sorprende Leonidas Zegarra (alias Ed Wood Peruano): Hermano CAGATE EN LA CRITICA.
Nota aparte: pensé que te ibas a acordar del dia post primera borrachera de la promo cuando nos tocó matemática y me ofrecí a resolver las derivadas, y tuve que soportar las pullas de Bracamonte sobre mi estado etílico. Pero aun así, con la rescaca de todo lo sufrido, logré resolver el ejercicio.
Un abrazo amigo mío.
Pensar, mi apreciado amigo José Manuel que hasta el cuarto año de medicina me imaginaba yo que la misma era una ciencia exacta. Todo esto comenzó a cambiar radicalmente y poco a poco me he ido dado cuenta que, muy probablemente esté, en el oficio equivocado. Debo agradecer sobremanera tu cariño y aprecio, de cierta forma envidio el humanismo que profesas, y del cual yo me confieso deficiente.
Un abrazo exponencial.
tenemos algo en comun , el haber concurrido a la misma escuela primaria 80011 ENRIQUE DE GUIMARAES, PROMOCION 91,SALUDOS
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