Aun la pasión por el violín corría por mis venas, pero luego de unas fallidas clases de solfeo en la casa de los pioneros cerca de la Estación Profsayúznaya, me dí cuenta que el idioma iba a ser una barrera casi infranqueable para complementar mis actividades escolares con el violín. Sin embargo por la televisión estatal soviética se transmitían varios programas de música clásica, y entre ellos destacaba un talentoso y fenomenal violinista, que iba a dejar una impresión duradera. Vladimir Spivakov, entre tantos honores, medallista de plata en el concurso Tchaikovsky, y de oro en el de Montreal, tiene un estilo expresivo, romántico y lleno de emociones para nada complejas o elitistas. Sus interpretaciones de Bach y Vivaldi llevan el sello de una gran técnica y virtuosismo, capaz de gustar hasta aquellos que no son particularmente adeptos a la música clásica. Parece ponerse en contacto directo con la mente y emociones del espectador, de la manera más llana y sincera posible.
Este fabuloso violinista ha fundado una de las orquestas de cámara más importantes del mundo, los Virtuosos de Moscú, longevo conjunto musical que ya ha cumplido casi 32 años de vida artística.
Esta es una sublime interpretación de Brahms, junto con otro monstruo de la música, Evgueni Kissin.
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