Bueno, no sé si aun padezco del síndrome del blogger, y estoy lejos de mi apreciadísimo amigo Lizardo para ser diagnosticado apropiadamente por métodos Freudo-Laco-Jungianos; a pesar que reconozco que mi índice de masa corporal puede haber sufrido algunas elevaciones en los últimos meses, aún no puedo autodeclarme como un pícnico vero, que es uno de los criterios diagnósticos de dicho síndrome. He tenido periodos de sequía creativa, pero usando el método mozartiano para ir elaborando estas nada geniales entradas de bitácora, he podido ir revelando algunos aspectos de relevancia en mi biografía (que no debería tener mayores consecuencias para el género humano) sobre todo para comprender las motivaciones de mi gradual cambio de oficio. El hecho es que ahora que voy dominando las herramientas para elaborar las entradas, también me resulta más fácil condimentar estas insípidas páginas con algunas entradas de humor. El humor también es vital para mi formación, ya que en esos desventurados días que pasé en Londres, mi único consuelo es haber escrito el tratamiento de una comedia romántica (diantre, yo el ultra serio y recontra formalista, tuve la gracia de escribir una comedia inspirndome en las turbias aguas del Támesis y en las pintas de Stella Artois de los pubs cerca de Southwark).
Y al ser una de las herramientas escenciales para el bloguista el cortar y pegar fotos, links, textos y hasta ideas ajenas, este post rinde homenaje a ese cercenador de arbustos con acabado post moderno, a ese filoso Fidias del arte estilista, a ese Miguel Angel de las materias fibrosas y filamentosas, Eduardo Manos de Tijera.
Una tijerita más nunca sobra...
2 comentarios:
Efectivamente, Tony: no hay como una buena tijera para las lides bloguísticas (o más de una si es tal el caso).
Un abrazo. Te seguimos expectantes.
Así es mi estimado amigo, por eso la alegoría con la Metzembaum, por que aveces tenemos que disecar hondo en esos códigos HTML y transplantarlos adecuadamente con su paquete vásculo-nervioso.
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