Sería imposible enumerar por completo toda la masiva cantidad de conocimientos adquiridos durante los dos años que frecuenté tus aulas, adorada escuela. Puedo afirmar que todas las bases de mi saber fueron fundados en tus claustros, en tu impresionante biblioteca, en tus bien equipados salones. ¿Cómo olvidar aquellas clases de geografía, donde aprendí lo que significaba la longitud o la latitud? ¿O aquellas de literatura, donde pude revisar los grandes clásicos rusos como Gógol, Turguiénev, Tolstói, o Dostoyevski? Talvez la profesora de química, cuyo nombre no puedo recordar, fue demasiado severa con la disciplina, pero allí pude saber de una propiedad llamada valencia, que cuadraba las uniones entre los átomos. La profesora de inglés fue una gran inspiración para abordar en serio el estudio de la lengua de Steinbeck, más allá de las típicas alienaciones o servilismos culturales que nos plagan la mente a los peruanos. Sería imposible olvidar al profesor de Formación laboral, ya que el taller estaba completamente equipado y pudimos volvernos duchos en el manejo de sierras, escofinas, cepillos, alicates y taladros. Incluso torneamos y confeccionamos las palas con las que limpiamos de nieve el perímetro de la escuela en los Sábados Comunistas. O el elocuente profesor de dibujo técnico, y su puntillosa exigencia a la hora de revisar los trabajos, guiándose por el GOST (Estándar Gubernamental). Con él aprendimos a usar escuadras, compases y transportadores, para diseñar todos los polígonos de 1 a 20 lados. Sin olvidar a la profesora de música, en cuyas clases escuché la sinfonía 7 de Shostakovich, "Leningrado".
Pero cómo no rendir homenaje a las dos mujeres que influyeron en mí hasta el día de hoy. La bonachona profesora de física, que sabía contar anécdotas de cada uno de los científicos que habían colaborado con la descripción de tantos fenómenos en esta apasionante ciencia. Entrar a su aula era una verdadera aventura cada vez. Pero lo que más me encantaba eran los experimentos que teníamos que realizar para comprobar nosotros mismos tantas teorías y proposiones. Los talleres de fuerza, rozamiento en el plano inclinado, la ley de Pascal y los vasos comunicantes fueron muy asombrosos, y un gran complemento para la gran obra "Física recreativa" de Perelman.
Finalmente, está la adoradísima y recordada Irina Vitálievna Lukomóvich. Maestra entre mis maestras. Profesora de álgebra y geometría. Maestra, cómo poder agradecerle todo lo que aprendí con usted, sobre todo, las lecciones básicas de álgebra. Recuerdo el sobrecogedor momento en que se registró con claridad en mi mente la ilación para trabajar con polinomios, en dónde estaban sus características más fundamentales, cómo podían interactuar unos con otros, ya sea en su suma o su producto. Cuando estaba preparándome para postular a la facultad de medicina, su rostro surgía en mis recuerdos, siempre con su dulce sonrisa, como repitiéndome su frase favorita, "demúestrelo Chávez, demúestrelo". La matemática tiene la virtud de requerir una dilapidaria demostración, para contrarrestrar cualquier controversia. No depende de las debilidades humanas, y por lo tanto, lleva el sello de la superioridad de la mente humana sobre otros quehaceres que se basan en sopesar nuestras debilidades. Me fascinaba poder reducir expresiones complejas, con panegíricos exponenciales, con radicales autocancelables, con quebrados finteros o con polinomios estrambóticos, fácilmente victimables por una simple factorización.
Donde el término "demostrar" se convertía en ley constante era en la geometría, con los teoremas que paso a paso iban dándole noción al plano y al espacio. Demostración, mágica palabra que le daba un sentido único al concepto "verdad". ¿Qué significa una verdad? ¿Qué distingue lo verdadero de lo falso? Cara maestra, usted con sus clases también colaboró con muchas de mis agradables disertaciones y estudios filosóficos. Si bien la matemática no es aplicable a todos los aspectos de nuestra vida, bien podríamos aprender a solucionar muchos de nuestros problemas usando una lógica fundamental y desprovista de emociones.
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