jueves, 18 de febrero de 2010

Variaciones Goldberg

Luego que el violín quedó en el pasado, nunca volví a interesarme seriamente en algún instrumento. Mi padre intentó muchas y repetidas veces inspirarme el amor que él siente por la guitarra, pero naca naca. Y eso que aprendí algunos estudios de Carulli y Carcassi, pero aun así, me resistía a rasgar las cuerdas de ese instrumento, ante mis ojos vulgar, comparado con el excelso violín que por motivos de viaje hube que abandonar. Mi carácter rebelde generó un tonto rechazo por un instrumento digno y hermoso como la guitarra, y hasta tuve la desfachatez de desdeñar una preciosa guitarra alemana que me regaló mi padre con motivo de mi 13er cumpleaños. Aunque para ese momento ya había surgido en el horizonte otra pasión. El clavicordio.

Un amigo de la familia, al ver mi reciente afición a la música clásica, me prestó un cassette, Las Variaciones Goldberg, de J S Bach, interpretadas por Aimeé va de Viele. Al escuchar esa mágica grabación, mi ser se conmovió de pies a cabeza. Tengo que tocar a Bach, tengo que tocar ese instrumento. Tengo que ser un CLAVICORDISTA. En ese lejano 1989, no podía ir a la computadora y leer todo respecto a Bach y a las variaciones, o al clavicordio. Solo rebusqué entre las partituras de mi padre y encontré algo de Bach. Solo faltaba el instrumento.


El instrumento resultó ser el pequeño teclado Casio con casi tres octavas de mi hermano, un simple y humilde PT-100



En este instrumentito la música se tornó un verdadero torbellino, ahora había encontrado la puerta para conectar mis sentimentos con mi mente. La música era el puente virtual, el cuerpo calloso putativo de mis dos hemisferios. Ahora podría tocar esa obra tan maravillosa de Bach.

Infructuosamente intenté tocarla de oído, pero al menos tenía una partitura de Bach, las suites completas para laúd, transcripción para guitarra, por su puesto.

De las variaciones Goldberg, la que aun me produce la misma sensación que hace 20 años, es esta




Y sigue siendo la perfecta inspiración para seguir en estos quehaceres de las teclas, blancas y negras. Confieso que aun no la puedo ejecutar, pero también, quedan muchos años de amor por esta bella obra en este ser.

2 comentarios:

Lizardo Cruzado dijo...

Recuerdo mucho, Tony, que me obsequiaste un cassette con las variaciones, y que aún conservo con cariño. Me hace evocar las tardes y noches en que estudiábamos en tu casa en Santa con los colegas del pregrado. Adicionalmente valoraba más la cinta -con riesgo de ser inadecuado- porque me hacía recordar 'La serie rosa'.
Un gran abrazo, amigo.

Tony Chávez Uceda dijo...

La grabación que mencionas es una joyita que compré en la Desaparecida discotienda Gilberts, interpretada por la brillante Christiane Jaccottet. Hasta ahora no he podido encontrar otra grabación en CD de la genial Van de Wiele.