viernes, 21 de octubre de 2011

El médico y el cineasta disfrutan de unos anticuchos.


A la salida del Hospital Belén, en la calle Bolívar, el médico apresura el paso al ver que su gran amigo, el cineasta dobla hacia la calle Bolognesi.

- Hey, espera un momento...

El cineasta se da la vuelta y en su rostro se encuentran las sensaciones de alegría y el mismo tiempo las ganas de huir.

- Hola, que sorpresa...
- Si pues, una gran sorpresa - el médico toma efusivamente la mano del cineasta - vamos a comer unos anticuchos.
- Bueno...

El galeno no repara, o no quiere reparar en la falta de entusiasmo del cineasta, pero de todas maneras lo lleva a ese conocido lugar en el barrio El Recreo, donde se preparan unos suculentos anticuchos, ordenan dos porciones y luego de brindar, dejan transcurrir un incómodo momento de silencio.

- No puedo creer que al fin te dignas a darte una vuelta por esta hermosa ciudad de la eterna primavera.
- En realidad iba a dar una conferencia, pero se canceló.
- Lo que no entiendo es por qué ya no visitas a los amigos, o es que la fama ya se interpone en tu memoria...
- Ni tanta fama, ni tan poca memoria. El cine es una labor sumamente absorbente, muchas veces hasta pierdo la cuenta de los días o el valor de las fechas.
- Te cuento que falleció el maestro Castro - el médico parece darse cuenta de la indiferencia del cineasta por las noticias que le va comunicando, como si estuviera hablando con alguien diferente, muy diferente al que conoció.
- Y ¿de qué falleció?
- Cirrosis, estaba muy avanzada.
- Era un gran profesor de pediatría.
- Medicina interna querrás decir. Bueno, sabes, me parece que te estás haciendo el loco. Así que iré directo al grano. ¿Qué te pasó?
El cineasta parece despertar de un letargo profundo, por primera vez mira con interés al médico.
- No te entiendo mi estimado.
- ¿Qué te pasó? la gente de la promoción no lo entiende aún, porque te alejaste de todos, por qué desapareciste, por qué ya ni hablas con nadie.
- La vida nos lleva por senderos diferentes, no todos tenemos la obligación de seguir la ruta de la mayoría. He estado ocupado, y el oficio al que me dedico ahora, absorbe todo mi tiempo.
- Tal vez no te he hecho la pregunta correcta ¿Por qué demonios dejaste de ejercer la medicina? Eso es algo que mucha gente hasta ahora no se explica, tu fuiste un gran alumno, un excelente médico...
- Hablas como si yo estuviera muerto - interrumpe con sarcasmo el cineasta - ya me imaginaba que ustedes los médicos consideran el dejar de ejercer como algo equivalente a la muerte, pero estoy vivo, como ves. Sobre lo de excelente médico, déjame recordarte que yo ocupé un orden de mérito de 82/100 y mi tesis apenas fue aprobada.
- Sabes bien a lo que me refiero, muchas veces estudiamos juntos, y no creo que hayas fingido tantos conocimientos. Maldita sea, eras una condenada inspiración para mí.
- Entonces conserva tus buenos recuerdos, y no te inspires en mi decadente realidad actual.
- Todo el mundo hablaba maravillas de ti, muchos creían que ibas a ser un excelente cirujano, otros un gran clínico...
- Yo nunca suelo basar mis decisiones en la adulación de las personas, sobre lo de gran cirujano, te recuerdo que estuvieron a punto de desaprobarme dos veces en el curso de cirugía.
- Las calificaciones no lo son todo, son solo un indicativo. Siempre me pareció que eras de aquellos que se dan mal con los exámenes.
- Bastante mal diría yo.
- Pero todo tiene solución, solía ser tu lema, que todo se puede sacar adelante. ¿Por qué no postulaste para hacer una especialidad?
- Postulé tres veces, luego de mi tercer fracaso comencé a cuestionar realmente si era este el oficio que quería ejercer el resto de mi vida. Estuve trabajando en un policlínico de Breña durante algunos meses, por una paga miserable, pero de todas maneras era una paga. Fue durante una noche de guardia que me pregunté a mi mismo, ¿vale la pena estar aquí como un pobre y triste huevas, gastando tantas horas de creatividad a la espera de un paciente? Si voy a pasar despierto toda la noche, me gustaría que sea en algo más creativo y desafiante.
- Encontrar un diagnóstico puede ser sumamente desafiante.
- Algunas veces, otras es una rutina tediosa y mucho más interminable si has tenido que esperar hasta las tres de la mañana para que a alguien se le ocurra dejar de automedicarse para hipertensión, y decida correr a la emergencia. Derrepente me comenzó a resultar tediosa la estupidez de la gente, y en cinco años de carrera, dicha estupidez pareció empeorar. La sociedad en su conjunto se ha vuelto enferma, enferma de individualismo y egoísmo, que nos coloca a los médicos como sirvientes de sus muy evitables y razonablemente tratables problemas de salud.
El rostro del médico parece llenarse de añoranza y alegría.
- Allá vas de nuevo con tus filosofías, con tus generalizaciones inútiles. ¿Qué diablos importan los males de la sociedad ante el sufrimiento de uno? ¿Qué vale la estupidez del mundo ante el salvarle la vida a alguien?
- Es una cuestión de vocación, tal vez tú aun consigas ver el sufrimiento de cada individuo en particular. Cada caso te resulta, por lo tanto, interesante, desafiante, aunque se trate de un vulgar empacho. Yo hace muchos años que he perdido esa habilidad.
- Te estas expresando como un egoísta.
- Puede ser, pero tú también pecas de prejuicioso. Como la mayor parte de los médicos de este país crees que tu oficio es el más excelso y dorado. ¿Recuerdas a nuestras compañeras, que decían que nunca se casarían con alguien que no fuera médico? ¿No entiendes por qué dejé mi carrera y ahora hago películas? Quien sabe nunca lo entiendas, pero ahora me siento vivo, realizado, con algo por lo que valen la pena los sacrificios.
- Vi tu última película. Me gustó mucho, en realidad me encantó.
- Gracias.
- Pero todos los críticos la han hecho trizas.
- En algo tenía razón el maestro Robles Godoy, cuando decía que todas las críticas de cine son eyaculaciones precoces. Yo las considero simples fistulo loquias.
El médico comienza a reír a carcajadas.
- Me has hecho recordar tus neo términos, en esas guardias del cuarto año, durante las vacaciones.
- Si, en nuestro querido Hospital Belén.
- A mí me sorprendió mucho que te fueras a hacer tu internado a Lima.
- Tal vez el primer error en una serie de errores. Y tú, ¿hiciste tu especialidad?
- Medicina interna.
- Recuerdo bien el tiempo en que la gente me miraba como apestado cuando respondía al bien consabido "¿Cuál es su especialidad?" con "Yo soy médico general, no tengo especialidad".
- No todos los pacientes te ven de esa manera, hace unos años, antes que viajes a Lima, hablamos al respecto.
- ¿En qué clase de mundo vives? Ya no eres capaz de dar una mirada retrospectiva. Ahora eres todo un especialista, que no tiene que disimular cuando la gente le pregunta "¿Cuál es su especialidad doctor?"
- Yo soy consciente de ese problema amigo, ahora hasta ahora a los médicos internistas nos han comenzado a despreciar.
- ¿Quienes, los ginecólogos que rajan vientres para sacar los hijos, y luego decirle a sus madres que para entrar a la NASA hay que nacer por cesárea?
- Y no solo ellos, varias sub especialidades también.
El cineasta vuelve a adoptar su aire incómodo o indiferente. Varios recuerdos parecen desfilar frente a sus ojos.
- Recuerdo esa vez en que llegó a mi consultorio un padre que buscaba ser referido a un pediatra especialista en hígado, porque su recién nacido estaba ictérico. Cuando le informé que tal especialidad no existía, se molestó antes de marcharse. Esa es otra de las razones por las que dejé de ejercer, mi estimado. Ya nadie respeta al médico que no se ha ultra especializado. Y no solo es por el salario. La estupidez humana creciente ha llegado a quienes dirigen los destinos de la salud, y razonan: el cirujano debe ganar más porque opera, y el clínico debe ganar menos porque solo receta. Y el médico general debe recibir propinas porque al final no sabe nada y va a estar refiriendo a sus pacientes para que los vea un especialista.
- Es una triste realidad que la sufrimos todos, pero tú solías decir que la calidad de un médico habla por él. Yo no puedo quejarme de mi práctica privada.
- Y a parte enseñas en dos universidades, supongo, y también estas corriendo para ir a ver a tus pacientes en la clínica Peruano Americana. Es increíble como los médicos en nuestra patria suelen multiplicarse, como ese Multihombre de los Imposibles.
El médico vuelve a reírse alegremente.
- No voy a negar lo que dices, pero ese símil me ha dado bastante risa. Amigo, tengo que irme, me ha dado gusto verte. Creo que tienes razón, no lograré entenderte, pero tampoco voy a tildarte de loco, ya que una vez dijiste que solo los imbéciles tildan de loco a quien no pueden entender.
- Nunca me pareciste un imbécil. Estoy produciendo una película al respecto de ese tema.
- En serio, bueno, no me la perderé. La gente de la promoción siempre se pregunta por tí, al menos llámanos por favor. En realidad no te despreciamos, y aunque ya no seas médico de oficio, siempre serás nuestro compañero, y como dices, te recordaremos como un gran colega y amigo.
- Gracias, gracias.
Ante los platos vacíos, que solo tienen las estacas de carrizo y los restos de ají con huacatay, los dos amigos se dan un abrazo, y siguen cada uno por su camino.

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2 comentarios:

José Manuel Brea dijo...

Uno también se pregunta si hace lo que debe o si debió dedicar su vida a otra cosa, sobre todo al surgir una crisis (existencial). Si piensa que es poco valorado, abraza el dicho de "exigirse mucho a sí mismo y esperar poco de los demás"; anulados por el colectivismo social es imposible la realización personal. Por otra parte, ya sabes que hoy en día, aunque no se tenga ni idea, "de fútbol y medicina, todo el mundo opina". Pero espantemos los males cantando y disfrutando de unos anticuchos peruanos, mejor regados con un buen vino. Por cierto, te falta la etiqueta "GASTRONOMÍA", amigo Tony.
Un cinematográfico abrazo.

Tony Chávez Uceda dijo...

Faltaba un par de enlaces para incluir este texto en la categoría gastronómica estimado José Manuel. Con el sueño del cine muerto, por el momento, la realidad de la medicina en un sitio del Africa solo deja la satisfacción de sustentar y proteger a mi familia. Al menos siempre se puede encontrar grandes satisfacciones en la vida.

Sigo manifestando que en gran medida me ayuda leer tus textos, para rescatar algo de amor por el oficio...