martes, 28 de junio de 2011

B.M.I. Chopin Estudio opus 10 número 2


El insanamente difícil estudio 2 del opus 10

Este estudio es la maratón de la técnica pianística, el maelstrom del que uno tiene que escapar nadando, el décimo tercer trabajo de Hércules...

Es que prácticamente hay que tocar dos voces con la mano derecha, a toda velocidad realizando unas sorprendentes escalas cromáticas usando los dedos 3, 4 y 5, mientras los dedos 1 y 2 forman un acorde reforzado por la mano izquierda. Cada vez que practico los primeros 3 compases, quedo tan agotado como haber tocado 10 sonatinas de Clementi o 3 sonatas de Mozart. Ya podrán imaginar que lograr una interpretación insuperable es una tarea portentosa, y aquí los tenemos:

Freddy Kempf: Nuevamente el diestro Freddy abre esta lista, con una interpretación bastante fluida que peca un poco de resaltar demasiado la mano izquierda (ésta en realidad debe servir para resaltar la linea armónica de los acordes de la mano derecha, los que por razones obvias, son algo tenues).



Mitsuko Uchida: Esta fabulosa pianista de origen japonés ya ha engalanado estas páginas digitales, su interpretación es grandiosa, con una dinámica justa, con las escalas cromáticas fluyendo naturalmente, casi parece un racimo de semi corcheas hábilmente ensartadas unas con otras.



Vladimir Ashkenazy: Finalmente, el medallista de plata del Concurso Tchaikovsky, Vladimir Ashkenazy es un pianista de repertorio tan amplio, que solo podría ser comparado con Horowitz en ese aspecto. No conoce términos medios, habiendo grabado ciclos completos de los conciertos de Rachmaninov, Beethoven, Mozart (!) y Chopin. En esta interpretación su toque cristalino y bien pulido oculta todas las monstruosas dificultades de esta obra. Su virtuosismo queda más que probado al no parecer esforzarse más de lo necesario, pero también, su vena romántica le da ese toque tan exquisito a una obra por demás maratónica. Insuperable.


miércoles, 22 de junio de 2011

Una donación pobre.


En un post anterior había comentado mi experiencia personal con una enfermedad para la que necesité en múltiples donaciones de sangre. Sin embargo, el avance en el asunto sigue siendo muy pero muy escaso. Continuamos siendo el país de Latinoamérica que menos donaciones de sangre voluntarias tiene. Incluso, las donaciones de sangre en el Perú se pueden dividir en 95% realizadas para un familiar, amigo o conocido, y un 5 % realizadas de manera voluntaria y desinteresada. Este es otro síntoma de lo decadente de nuestra sociedad peruana. Un país que parecería amalgamar divisiones, desconfianzas, egoísmos, desprecios que incluso a la hora de un desafío como el ser solidarios donando nuestra sangre para un semejante, brota entonces toda una serie de prejuicios, preconceptos e ideas delirantes. No estaba enterado que en aún persiste el negocio de la venta de sangre, pensé que esa lacra se iba a superar en los años 90, cuando fui testigo de la misma en el hospital de neoplásicas en Lima.

El tema es controversial y su solución depende de una campaña educativa que no solamente nos ilustre sobre la enorme importancia y obligación que tenemos todos para donar nuestra sangre. Finalizada la primera década del siglo XXI, contemplar este panorama sombrío nos debe llamar a todos los miembros de nuestra sociedad para luchar denodadamente contra los mitos y falta de solidaridad en la donación de sangre y otros tejidos.

En todo caso esa campaña de regalar medio litro de cerveza por una unidad de sangre sigue resultando una idea interesante para implementar en nuestro país, entre otras cosas.


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domingo, 19 de junio de 2011

POR EL DIA DEL PADRE


Cuando yo era niño, mi padre no colgó en las paredes de mi cuarto batmánes ni supermánes, colgó la foto de Faraday, Newton y Ohm. De esta manera mis primeros super héroes fueron hombres de la ciencia.

Cuando yo era niño, mi padre me regalaba tres libros por cada juguete.

Cuando yo era niño, mi padre premiaba mis buenas notas con un almuerzo en el casino español de Chimbote, donde milagrosamente mi apetito mejoraba.

Cuando yo era niño, una vez mi padre me mostró un sobre lleno de billetes de 1000 soles, y me dijo "hijo, este es el producto del TRABAJO del hombre".

Cuando yo era niño, mi padre me enseñó las notas de la escala de do, aunque mucho tiempo creí que las notas tenían colores, luego me llevé el chasco al verlas todas de luto en los pentagramas.

Cuando dejaba de ser niño, mi padre me enseñó el portentoso lenguaje de las matemáticas, lenguaje que nunca debí intercambiar por el de los helenismos y latinazgos de la medicina.

Cuando yo tenía 12 años mi padre me regaló un libro llamado "¿Qué es la plusvalía?" donde aprendí a conocer las entrañas putrefactas del capitalismo.

Toda mi vida mi padre repetía la frase "La matemática no cree en adivinos", y luego me topé con gente que cree más en los adivinos que en los médicos.

Al resolver el 98% de las preguntas de matemática de mi examen de ingreso, logré con las enseñanzas de mi padre, entrar a la faculta de medicina.

Yo solo espero que algún día, mis hijos tengan algo bueno que decir de mí.