martes, 4 de octubre de 2011

Los medicos queremos nuestra propia vida


Hace algunos meses estuve revisando unas viejas noticias del NY Times (diario que siempre me trae a la memoria el tiempo en que quise dedicarme al periodismo), y me encontré con un artículo de una familia de médicos, abuelo, padre e hija (a mi horroriza la idea), pero lo curioso no está en la agremiación familiar de las labores de Esculapio, si no en las muy diferentes puntos de vista que estas tres generaciones de médicos tenían sobre la naturaleza y disposición para el trabajo.

Esa parece ser la gran disyuntiva, entre un horario fijo, o estar al servicio de los pacientes las 24 horas del dia, los siete dias de la semana, los 365 dias del año. ¿Dónde se encuentra el punto de equilibrio? ¿En qué momento comienza a disminuir la calidad de nuestra atención? ¿Cuánto debemos recibir como remuneración, o cuánto dejamos de recibir por todos esos minutos robados a nuestro tiempo, en el caso de los cirujanos, a veces de horas?

El artículo también cita al grandioso William Osler con las siguientes palabras: "¿Qué hay respecto de su esposa y bebés si es que los tienen? Pesadas son las responsabilidades con ustedes, con su profesión, y con el público. Su esposa estará contenta de soportar su cuota de los sacrificios que realicen". Es importante recordar que el Dr. Osler fundó el sistema de resindentado médico como lo conocemos hoy, y que es imprescindible para obtener una especialidad.

Un médico que intenta buscar algo de espacio para su vida siempre es visto de manera hostil. Las tendencias modernas de considerar al paciente como un cliente, tienden a sobre entender que el médico es un esclavo de su profesión, y erróneamente, se cree que está esclavizado a las necesidades del paciente o de sus familiares. Por este motivo, en muchos lugares el acto médico se fragmenta en sus componentes básicos, tanto que algunos calculamos mentalmente tantos minutos para la anamnesis, tantos segundos para ver la faringe y otros tantos para la otoscopía. Y luego que el tiempo para cada individuo ha transcurrido, se procede a despacharlo sin más, quedando dudas o preguntas en el aire.

Se plasma un fenómeno interesante, en el cual la fragmentación y cronometrización a ultranza del acto médico encuentra un cómplice en las mismas grandes instituciones de salud. El paciente es atendido, sí. El paciente mejora, sí. El paciente recibe sus medicamentos, sí. Entonces todos felices y todos contentos, porque: el médico cumple su cuota programada, sí. El médico es remunerado con justeza, y también por sus horas extra, sí. El médico sale a tiempo del trabajo, sí.

Entonces la barrera entre médico y paciente se va volviendo más densa, tanto que ya dejamos de lado todo, cuanto no esté involucrado en una posible denuncia médica. El ser o no denunciado, se vuelve el único indicador de nuestra calidad médica.

Las interrogantes permanecen, pero creo que un buen inicio para enfrentar estas cuestiones, es dejar de lado la mentalidad empresarial, la medicina implica tantas cosas, que van más allá del lucro, de la satisfacción del cliente, del marketing. Recordemos que el enfermo o el accidentado no eligen serlo, el cliente sí.


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1 comentario:

José Manuel Brea dijo...

Cada vez es más complicado encontrar el propio espacio...
Un saludo y gracias por el enlace, amigo Tony.