lunes, 17 de octubre de 2011

Adiós, adiós Moscú.

Mapa y bandera de Angola


En noviembre del año 1987, no recuerdo la fecha, abordamos el vuelo de TAAG para Luanda, con escala en Roma. El decadente avión se encargó de poner miles de millas de distancia entre este su servidor, y la ciudad que lo vio venir al mundo, aquella donde en unos escasos 2 años, sucedieron tantas y tantas cosas. Ahora ni la décima parte de lo que solía vivir en aquellos años se llega a concretizar. En mi quehacer cotidiano no siento el sentido de la aventura, del descubrimiento, los conceptos nuevos, aun sueltos en un éter de ignorancia, sin los debidos razonamientos para atarlos a un corpus scientiae.

De lejos pude saber del cruel destino de mi patria, de aquella que yo amaba como una madre, la madre Rusia. Vi atónito como le aconteció lo peor, el dejar de existir. Esta torpe e inútil noción de patriotismo, que guió muchos pasos de mi vida por el sendero erróneo, me dejó con un vació enorme, si ya no tenía patria, solo me quedaba aquella patria que era la de mis padres.

Pero esto sucedió solo unos 4 años después. El vuelo de TAAG, que es una de las peores compañías de aviación del mundo, se me antojó largo, interminable, lleno de presagios tenebrosos. Angola, Angola. Solo había estado una vez en la embajada de este país Africano, y hojeando algunos prospectos y libros de fotos, tuve mi primera lección de cuan engañosos son dichas propagandas turísticas, donde no es posible percibir el olor a sudor o mierda, los zumbidos de las balas o el retumbar de las explosiones. Las miles de carencias, la economía en ruinas, la lejanía de todo. De estar en uno de los centros culturales más avanzados del mundo, de repente me encontraba en un lugar remoto, atrasado, herido mortalmente por las guerras y el hambre, y la carencia de servicios, y la falta de productos y vestir.

Quien sabe por eso nunca llegué a querer a Angola, aunque tengo miles de razones para amarla. No he sido mezquino en gratitud, y como verán, estimado y contados lectores de estas líneas digitales, no pocas cosas sucedieron en estas tierras lusófonas. Esta es la etapa romática de mi vida, la etapa de ideales, de buscar amar y ser amado, de emprender el camino de la grandeza, cuyo aliciente se cultivaba en los libros que leía.

Angola, Angola, un país que siempre estará en mi corazón con un sentimiento de ambivalencia, pero que de todas formas, siempre estará en mi corazón...

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