miércoles, 4 de mayo de 2011

La Rosa Púrpura del Cairo.

El infinito rango interpretativo de Mia Farrow




Resulta bastante fácil recordar los filmes estadounidenses que vi en la Unión Soviética, entre otras cosas, por su enorme calidad y porque las autoridades del régimen comunista se encargaban de una selección que no solo iba en el sentido de excluir aquello que era agresivo contra el país de los soviets, si no también lo que fuese decadente, violento, brutal, grosero, es decir, capitalista. El hipermaestro Woody Allen fue incluido en la selección de la férrea censura, con una cinta llena de profunda ternura, e impertérritas conclusiones sobre la ilusión de la ficción y el choque duro con la realidad. Mia Farrow encarna a Cecilia, una frustrada mujer que encuentra un escape a sus tribulaciones en el universo fantástico del séptimo arte. A medida que su afición a las películas se vuelve compulsiva, el héroe de la pantalla grande, de repente da un salto y se materializa en un ser humano capaz de amarla y rescatarla de sus miserias. No quiero seguir revelando más de esta deliciosa historia, pero en ella exploramos varios temas, sobre todo, el tema de como la ficción en general, y la cinematográfica en particular, nos impacta y transforma. Como llegado un momento no somos capaces de distiguir entre el personaje y el actor que lo encarga (el guión tiene elementos de la genial "Seis personajes en busca de autor" de L. Pirandello), y como esa obnubilación puede hacer volar nuestra mente por espacios desconocidos. Mia Farrow está magnífica en su rol, pocas actrices modernas podrían dar una interpretación tan conmovedora como la estrella del "Bebé de Rosemary" o "Hannah y sus hermanas". Farrow logra un rango de expresiones infinito, como un glissando que va desde la pena y la congoja, hasta el júbilo más radiante. Su performance logra humanizar y hasta divinizar el patetismo más extremo, para no solo entretenernos, si no para reflexionar de qué diversas maneras el cine puede llevarnos a sentirnos parte de la fantasía. Farrow logra encarnar la ilusión, el Einfülung emotivo, el escape de la realidad, pero también la decepción, la frustración, la derrota ante un mundo en el cual no nos gustaría vivir.




Regresando a mi casa, del Cine Vitiaz donde había sido testigo de esta joya cinematográfica, me preguntaba que sería si yo pudiera entrar en la tela, y mezclarme en la historia que allí sucedía. Años después la respuesta a esta ilusión adolescente fue ese bodrio llamado "El último gran héroe" con Arnold Scharzenegger.

5 comentarios:

José Manuel Brea dijo...

Como amante del buen cine, me imagino lo rasgada que habrás dejado la pantalla del Vitiaz, amigo Tony.

Tony Chávez Uceda dijo...

Si pues mi estimado amigo, yo quedé muy impactado por esta película, que tiene rasgos tan fantásticos y cómicos, pero a la vez tan humanos.

Anónimo dijo...

Oye, Tony, qué buenos artículos tienes. No había prestado mucha atención. Este sitio, aunque lo sigo con mi blog, me lo recomendó leer Verónica Pinciotti, y la verdad que ¡está muy bueno!

Anónimo dijo...

Oye, Tony, qué buenos artículos tiene este blog. NO sé si ya puse este comentario o no. Lo acabo de olvidar, pero decía, o tenía la intención de decir, que me lo recomendó Verónica Pinciotti y la verdad que está muy bueno. Saludos.

Tony Chávez Uceda dijo...

Esta fue una de las primeras películas que me intrigaron, porque tenía un argumento extraño, pero aun así era hermosa, tierna y sobre todo, te dejaba haciéndote preguntas. Entre ellas ¿Qué cosa hace que una película sea una buena película?