lunes, 21 de febrero de 2011

El cineasta en el diván del psicoanalista




El cineasta es un personaje idealizado, un proyecto y una esperanza a futuro, el médico lo invita a pasar a su gabinete, en él hay un sofá color guinda.

- Póngase cómodo señor cineasta.
- Gracias Doctor.
- Por encargo de algunos colegas tengo la misión de determinar si es usted una manía, o una idea delirante, o un Einfühlung emotivo.
- Doctor, se olvida que también soy su colega, egresé el 2003 de la universidad nacional de Trujillo.
- Ah, olvidaba ese detalle.
- Yo he venido a saber si esa vocación que tuve por la medicina fue una manía, o un delirio, o una manifestación border line.
- Señor cineasta, pero la medicina es una carrera excelsa, casi ninguna de nuestras acciones carece de nobleza.
- El adjetivo de noble es muy hipócrita doctor, implica bondad pero también un estatus. Esa fue una de mis primeras decepciones con la carrera, el estatus implícito que confiere el ser médico. Yo nunca me he dado bien con los estatus, siempre me he considerado un ciudadano común y corriente.
- Pero de una u otra forma usted ha venido a buscar alguna ayuda.
- Sí, quisiera sentir que no soy un producto de desengaños y frustraciones, sabe, en mi tierna adolescencia me gustaba el mecanismo intrincado de crear imágenes en movimiento. Me fascinaba ver el trabajo del director de cine. Pero yo soy de Perú, y en Perú las carreras artísticas son vistas como alguito más que un hobby, un pasatiempo.
- En México tenemos un problema similar, entonces, ¿a eso lo atribuye? ¿A que en realidad socavó los cimientos de su vocación artísticas por los prejuicios que hacia ellos tenía, por la herencia cultural de su país?
- Nunca consideré ese talento para el arte como algo serio, al final, el prejuicio viene de varios lados a catalogarlo a uno de loco por pensar ganarse la vida con eso.
- Aun así, usted tomó la decisión de ser médico, soportó todas las privaciones y sacrificios, fue testigo de maravillas, desde la anatomía y la bioquímica, hasta las cirugías y partos. Son pocos los que tienen el privilegio de asistir a esos eventos.
- Doctor, ya comienza usted con sus privilegios. ¿No se da cuenta que por eso mucha gente nos guarda rencor? Por creernos de un estatus superior, por creer ser privilegiados. Ha bastado algunos grados de ignorancia para que la gente nos tema y nos vea como una amenaza, al ser tan excelsos y privilegiados, nosotros, los médicos.
- ¿En realidad cree que todos los pacientes que ha visto han pensado eso de usted?
- No, pero llegó un momento en que comencé a cansarme, a sentirme defraudado.
- ¿Qué es lo que más lo cansa o defrauda?
- Ahora el hecho de tener que estar a la defensiva al atender a un paciente. Verá, hay tantos casos de demandas por negligencias médicas, que ultrapasan con creces la frecuencia con que estas negligencias suceden. Algo debe andar mal entonces.
- Bueno, me parece que usted también considera como demanda los regodeos de la prensa y la sociedad hacia las veces que fallamos. Eso, caro ex colega, no son demandas judiciales. ¿Por qué se las toma tan a pecho?
- Porque son el colmo de la injusticia.
- Si lo frustra la injusticia, usted podría estar nadando en un océano de frustración.
- En eso tiene razón Doctor, de alguna forma también aprendí a tener cierto estoicismo, pero sabe, cuando estaba en el cuarto año de medicina quería ser cualquier cosa menos estoico con mis pacientes, o con mi sociedad. El compromiso que tenía era más humano y cálido.
- En su historia clínica pasada, usted mencionaba que durante el quinto año comenzó a perder su Einfühlung por la medicina, porque se topó con un familiar de un paciente que lo trató mal. No le parece mucha pérdida por tan poca cosa.
- Ahora sí, porque al final logré reducir e inmovilizar esa fractura de clavícula, pero de cierta manera a partir de ese momento fui encontrándome con una serie de energúmenos que al mismo tiempo estaban enfermos y necesitaban de mis cuidados. Esa fue la época donde me di cuenta que el sufrir una enfermedad no lo vuelve a uno un santo.
- Definitivamente señor cineasta, pero en medios católicos a ultranza como los nuestros, esa es la idea general. Que uno debe aprovechar la enfermedad para estar cerca de Dios. Algunas personas que ostentan ignorancia o mala educación, hacen uso de ese ungimiento patético para escudar sus majaderías. Pero eso es algo trivial, tan inusual, que me niego a creer que sea la fuente de todas sus fatigas mentales.
- Bueno, tales fatigas llegaron a su primer clímax durante el internado.
- Hábleme de ello.
- Bueno, la Einfühlung por la medicina que solía tener eran dos dimensiones, la primera, el gusto por razonar ante un problema de salud, apelando a varias ciencias al mismo tiempo, y la segunda, el obtener un resultado satisfactorio al aliviar la dolencia de un conciudadano, es decir, el razonamiento frío y preciso encontraba una utilidad.
- Pero le falta la parte de la empatía, amigo cineasta.
- Sí, esa parte faltaba porque el medio en el que me desarrollaba era como una maquinaria que generaba atenciones a pacientes de la manera que uno pudiera, y de hecho, que sin ninguna empatía por ellos.
- Ahora le entiendo, pero mire, no necesariamente toda su práctica médica tiene que ser así, algunos casos pueden ser interesantes, y muy satisfactorios para resolver.
- Ya no me generan el interés de antes.
- Tampoco hay mucha lógica en pensar que curar una faringitis tiene menos mérito que curar un Steven Johnson.
- A esa conclusión también he llegado, Doctor.
- En ambas hay dolor, sufrimiento, limitaciones. Mire, yo conocí una vez a un médico de familia que buscaba diversos satisfacciones al atender a sus pacientes, no vea el aliviar el 100% de sus faringitis como el mitigarle el dolor de garganta a todas esas personas, este colega se sentía feliz de devolverle la voz a la profesora, de calmarle la fiebre al crio, de levantar de su cama al abuelito. Cada paciente puede implicar una satisfacción diferente. Usted mencionó que ya casi no le dedica tiempo a esas cosas.
- Usted lo sabe doctor, luego de ser veterano del Seguro Social, se va al diablo el tiempo que debemos dedicarle al paciente, cuando hay otros 23 a espera.
- Bueno, en la suma de todas sus fatigas y desalientos, usted ya no es colega nuestro y ahora hace películas. ¿Por qué cree que algo tan inútil como una película le alegra más que salvar vidas o aliviar sufrimientos?
- Usted cree que las películas son inútiles porque simplemente las mira. Hacerlas es un proceso maravilloso, lleno de empatía, liderazgo, creatividad.
- Pero el resultado a veces es detestable.
- Eso también lo he pensado, que a veces la gente puede mandarte al diablo por un trabajo mal hecho. Pero el artista puede encontrar más justicia en el desatino de un ignorante, que el médico en la agresión de un energúmeno.
- A mi me parece que el riesgo de ser despreciado es mucho mayor para el cineasta que para el médico. Usted al final dejó el gremio porque sentía que sus esfuerzos no eran apreciados. Porque no había Einfühlung.
- Sabe, yo también tenía esa impresión, pero al final cuando se estrenó mi primer largometraje, la crítica me hizo trizas, pero bastó algunos aplausos en el pre estreno, para hacerme sentir una satisfacción como nunca antes la había sentido.
- Mire, creo que no lograré convencerle que siga usted ejerciendo la medicina, pero en el poco tiempo que le conozco, he llegado a convencerme que sería usted una pérdida enorme para el gremio. Le puedo asegurar que hay mucha gente agradecida, satisfecha y feliz con lo que usted hace por ellos.
- Ese es el dilema final verdad doctor, yo o los otros, egoísmo o entrega, bienestar propio o bienestar común, codicia o generosidad. No crea usted que no respeto lo que hace, yo también soy uno de los que agradece sus acciones, pero llegado el momento, tendré que verter este océano de imágenes que se generan en mis neuronas, y lo tendré que hacer de una forma u otra. No puedo contener el vendaval de fotogramas, esquemas de iluminación, libretos y otras cosas que vienen a mi mente. Pero todo también tiene un equilibrio, Doctor, y estar tras una cámara representa el momento en que me siento vivo, me siento feliz, me siento equilibrado.

La terapia se interrumpe súbitamente cuando una enfermera entra en el gabinete del psiquiatra, y le llama para atender una emergencia, el cineasta se pone de pie y se despide apresuradamente. Al salir del manicomio, nuevamente se transforma en médico y va a su consultorio, donde lo esperan las parasitosis, hipertensiones, faringitis de costumbre.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenisimo!!!!saludos de trujillo, Tony Bazan.

Tony Chávez Uceda dijo...

Gracias mi estimado tocayo, no hay nada como un poco de dialéctica para cimentar los razonamientos, sigue analizando Stagecoach que ya viene la ronda de preguntas y que viva el séptimo arte.

José Manuel Brea dijo...

Creo que no perderemos nunca nuestro einfühlung, en el sentido romántico. Son las circunstancias, querido Tony, las que nos desconciertan y nos hacen perder parte del entusiasmo inicial, por más que hagamos ejercicios renovadores. Pero nuestro sentimiento primigenio permanece. Además, quien pudiera mantener el espíritu renacentista, y se médico, cineasta, músico, poeta, pintor, naturalista…
Un abrazo.

P.D. Se echaba de menos tu creación bloguera.

Tony Chávez Uceda dijo...

Gracias mi estimado José Manuel, como verás, he estado atareado chequeando mi estatus mental, pero felizmente ya puedo regresar al universo de los blogs. Siempre sigo tus interesantes y mesurados post, un gran abrazo y saludos, nuevamente desde Nova Lisboa.

Rafo dijo...

Buen post Tony, entonces al final ganó el cineasta??? O esto es ficción no más? Espero que puedas conseguir tu sueño sin abandonar la Medicina por completo. Trataste de contactarte con el Director de Contracorriente? Me imagino que él te podrá decir como es que se sintió, era médico y se convirtió en cineasta.