domingo, 20 de junio de 2010

Jose Saramago, in memoriam

Parábola de los ciegos por Brueghel


"La parábola de los ciegos" por Peter Brueghel.


Se acaba de extinguir uno de los mayores literatos de nuestro tiempo, que ultrapasa fronteras y credos, que ha logrado conciliar dos vertientes: una ficción entrenida y sobrecogedora, con un razonamiento sobrio, lógico y consecuente, a partir de situaciones inverosímiles y extraordinarias. Ya sea la fragmentación y navegación de un continente, como la pérdida de la vista, o de la maravillosa capacidad de morir, Saramago ha sabido explorar hasta sus últimas consecuencias, las fortalezas y debilidades del ser humano. Sus razonamientos son consecuentes no solo porque desarrollan una trama espectacular y aterradora por sus tintes premonitorios, si no también porque la degradación o exaltación de sus personajes también sirve de espejo de muchas de nuestras degradaciones o exaltaciones. Saramago no solo apela a nuestro pathos, también apela a nuestra gnosis, lo que cumple con la responsabilidad del artista, al intentar imitar de la mejor manera la vida real, y con la responsabilidad del filósofo, que es la de estimular y motivar nuestra ilustración.

No podemos ignorar que Saramago fue un ateo y comunista convencido, que nos regaló varios editoriales donde basaba sus críticas a la religión al dirigirlas a las prácticas y consecuencias, en vez de las gentes que las practican. Sin embargo, luego de su muerte, algunos ensotanados desde Roma se atreven a escribir un obiturario con tonos de farsa, ya que de todas maneras, como todos los que practican una religión, desean sentir algún tipo de superioridad sobre otros seres humanos, sobre todo con aquellos no comulgan, o comulgaron con sus convicciones. “Fue un hombre y un intelectual de ninguna admisión metafísica, hasta el final anclado en una proterva confianza en el materialismo histórico, alias marxismo” endilga el escriba sectario del catolicismo, fungiendo de una fina retórica y prolija erudición, no entanto, yerra al relacionar la protervia con la confianza en la ciencia, es decir, el materialismo, y se rasga las vestiduras al ver que los firmes razonamientos del literato luso carecían de debilidades, comparados con aquellos que usan los prelados para justificar desde la existencia de dios o la virginidad de maría, hasta la interdicción del uso de preservativos. Acaso no es proterva la actitud de censurar y excomulgar por diferir en ideas, y luego pedir perdón e intentar justificar a aquellos que sodomizan niños o masturban sus genitales. Saramago supo criticar a la iglesia, y ellos lo han sentido así, pero no solo a la iglesia, si no a la voluntad de creer en lo que inexistente. Dicha creencia no criminaliza a quien la adopta, mayormente le resulta una tara en vez de un beneficio. No obstante, aquellos que creen se dedican a despotricar y lanzar sobre aquellos que hemos optado por el ateísmo, toda la friolera de sus odios, desprecios, penas o compasiones, que luego las bautizan con el nombre de "plegarias".

Saramago ya no existe más, todo lo que él era ha desaparecido, pero su obra ha quedado registrada para la posteridad. No añadiré metáforas pueriles para intentar decir que algo de él vive entre nosotros, no. Su obra no es su persona ni su ser ni su "alma. Su obra es aquella parte que él nos legó, es el capital intelectual para las futuras generaciones, es la demostración que no solo distrae el embuste, entretiene la farsa, solaza la chabacanería. También, cualquier público, puede encontrar esparcimiento en obras que ostentan erudición y sapiencia.






2 comentarios:

José Manuel Brea dijo...

Nada que añadir, amigo Tony, a tu atinada descripción del autor del Ensayo sobre la ceguera, y a lo que gira en torno a su figura, que desde la complejidad literaria tramada en el desconcierto y el absurdo, nos conduce inequívocamente a la introspección.

Tony Chávez Uceda dijo...

Saramago fue una total sorpresa para mí, ya que sus obras son condenadamente cerebrales y condenadamente entretenidas, gracias por tu comentario amigo José Manuel.