viernes, 15 de julio de 2011

Donde el blogger pierde totalmente la razón y se lanza sobre el estudio 2 de Chopin.


Hay momentos en que la inocencia debe perderse, y encontrarse frente a realidades duras, vastas, desafiantes y sobre todo, voraces de la madurez que uno posea. Los montes Urales del piano podrían ser, muy bien, los estudios del opus 10 de Chopin. Escalarlos nos lleva a un nuevo continente del piano. Es por esto que este Blogger pierde por completo la razón y se lanza a practicar una de las cumbres de este opus, y a pesar que el carpo protesta, los tendones se resienten y la mano queda como una víctima del santo oficio, en estos días de práctica he notado que mucha de mi inocencia pianística queda en el olvido. ¡Celecoxib por favor!

sábado, 9 de julio de 2011

El razonamiento del día.


Los médicos deberían tener una participación e influencia en la vida política de un país. Pero para ello deben contar con los mecanismos democráticos, incluyendo la protesta pública y la huelga. Pero si el médico hace huelga, de inmediato se gana el calificativo de asesino, al abandonar a sus pacientes. Y de esta manera el médico renuncia a su participación democrática, con la esperanza que otros solucionen sus problemas. Pero como a la mayor parte de las personas les interesa un comino los problemas por los que pase el médico, bueno, al ser uno médico no debía tener problemas, verdad. Entonces el médico deja la puerta abierta para la explotación, el abuso y hasta la agresión a su persona. Moraleja, no se queje usted doctor, organice y fundamente bien sus protestas o reclamos.

viernes, 1 de julio de 2011

Expresiones vergonzosas luego de las elecciones



Me he estado preguntando que se podría hacer por estos compatriotas coproencefalicos (con cerebro hecho de mierda) que han vertido comentarios discriminatorios, racistas, antiperuanos contra aquellos que hemos votado por Humala. Ellos no tienen la culpa de excretar sobre gran parte de la patria, y lanzar flores al iluso mundo donde viven, mundo que ostenta solo personas de piel blanca y ojos claros. Ellos desde niños fueron inculcados en la inferioridad del cholo, en la animalidad del negro, en la brutalidad del indio, en la limitación del rasgado, y también fueron educados en la superioridad del blanco, en la belleza del cabello rubio, en la melodía tierna del idioma anglosajón, o de cualquier idioma extranjero. Ellos aprendieron de su entorno a maldecir a su patria, a no quererla, a aceptarla inferior a cualquier nación del mundo.

Ellos son los que ser ríen cuando alguien canta el himno, los que sueltan arcadas cuando suena un huayno, elaboran ruidos de mono cuando ven a un negro (o dicen chistes afrénicos como "los negros solo piensan hasta medio dia"), inflan el pecho cuando sienten la superioridad con las provincias, esas provincias de la que proviene su misma sangre.

Y lo triste es que ingentes cantidades de estos compatriotas han nacido, o se han afincado en la capital (conozco algunos cuyo primer llanto fue en una ciudad del interior, pero ahora dicen "nosotros los limeños"). El tener la chance de vivir en un lugar tan cosmopolita como Lima, no ha ampliado su cultura, no ha ensanchado sus horizontes, no ha sublimado su carácter. No.

Ahora comprendo como surgen ritmos como la chicha, que no es más que un huayno estilizado con ritmos caribeños, y que nuestros compatriotas de la sierra tenían que bailar, ya que bailar su propio huayno hubiera sido como una sentencia de muerte en la Lima de aquellos años. Ahora comprendo porque tuvo que seguir una historia similar a la del Hare Krishna, que solo triunfó en la India cuando llegaron blanquitos gringos dando saltos, aquí fueron blanquitos argentinos. Ahora comprendo porqué solo el siglo XXI trajo otras etnias para comerciales, o para galanes de telenovela. Antes todos los modelos y estrellas de la pantalla chica eran caucásicos, o pretendían serlo.

Ese parece ser el problema, que solo en el siglo 21 nos dimos cuenta del color de nuestra piel, de lo aguileña de nuestras narices, de lo oscuro de nuestros cabellos y nuestros ojos. Todos esos largos años hicimos eco de aquellos hidalgos, que tenían cara de huaco chimu y tez más clara por su mestizaje, pero que se creían hijos de la colonia de España, los realistas, así los designan nuestros libros de historia. Esos que a pesar de haber nacido aquí nunca se consideraron peruanos. Esos que muchas veces tienen la desfachatez de intentar seguir su linaje a una familia ibérica, y colocar el escudo de armas de su familia, sin enterarse que muchos indios fueron bautizados y cristianizados, recibiendo también los apellidos de sus padrinos. Ese es el legado, la posta que dejaron para generaciones postreras, la de no sentir que esta tierra es su tierra.

Por eso los vemos propensos a huir, cuando ese lugar que llaman patria, no se ajusta a sus preconceptos e ideales. Por eso los vemos escupir al suelo que los vio nacer, por eso pregonan que el peruano vale poco ante cualquier extranjero, o que la felicidad es un fenómeno automático al entrar en la zona de salidas internacionales del aeropuerto Jorge Chávez.

A pesar de esta torpe filípica que he redactado, debo reconocer que yo quiero mucho a estos compatriotas, por el honor que tengo de compartir con ellos la nacionalidad peruana. Ellos son víctimas de un complejo legado, que se ha ido amasando paulatinamente en el tiempo. ¿Qué hacer con ellos? Pues la respuesta es simple, ofrecerles la información, o al menos, inspirarles a que conozcan más su patria. Vean lo inmenso y grande que es nuestro territorio, que posee maravillas que van más allá que Macchu Picchu, o el cañón del Colca. Vean el rostro de sus compatriotas en otros lugares, conozcan de verdad la historia antigua y reciente de aquellas tierras que admiran con fervor, o al menos, renocozcan que allí viven personas como nosotros, que no so excelsos ni divinos.

Regocíjense de hablar una lengua tan preciosa como el castellano, que tiene mil veces más alma y sentimiento que el inglés. Pónganse en contacto con el Quechua, esa lengua que no conozco bien, pero que tiene una de las palabras más bellas que he escuchado en todos mis periplos por nuestro planeta: MUNAY. En fin, solo se puede amar aquello que se ha visto, y creo que si ven alguito más de este magnífico país, habrán sembrado en sus corazones uno de los sentimientos más grandiosos del ser humano, el amor por la patria.